Ate, Hybris y Némesis

“Así, la tragedia es la imitación de una acción seria

y completa, de una extensión considerables, de un

lenguaje sazonado, empleando cada tipo, por separado,

en sus diferentes partes, y en la que tienen lugar la acción

y no el relato, y que por medio de la compasión y del miedo

logra la catarsis de tales padecimientos.”[1]

 

La Orestea, compuesta por el tragediógrafo Esquilo es la única trilogía que se conserva completa hasta la actualidad. Esta obra se estrena en el año 458 a.C. y ocupa uno de los lugares más importantes dentro de las vastas composiciones en el ámbito de la tragedia en las festividades de Las Grandes Dionisias, pues se plantean cuestionamientos íntimamente relacionados con el periodo complejo en los que los atenienses coexisten y con la cosmovisión con la que entienden al estructurar su mundo: la defensa por la justicia (diké), el poderío de los dioses, la esperanza de la sociedad humana, la importancia de las elecciones de vida, sobre los problemas de la responsabilidad humana, el proceso de error que el ser humano debe atravesar para su aprendizaje personal, entre otras; las cuales generan la reflexión y el debate para con sus espectadores, puesto que las ideas que se sugieren son expuestas como una posible solución ante los cambios bruscos que Atenas atraviesa. Además, el argumento de la tragedia desempeña una función fundamental para con su audiencia porque refleja los conflictos tanto externos como internos de la democracia que se lleva a cabo en Atenas, en donde lo colectivo está por sobre lo individual. Así, a través de Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides, se desarrolla una misma temática ligada una con la otra a lo largo de estas tres estancias: la búsqueda y defensa de la justicia dotada desde un sentido profundo de religiosidad.

Al ser la tragedia la imitación no de personas, sino de la vida, de la felicidad, de la desdicha, el objetivo principal (los hechos y el argumento) de la misma radica en las acciones que transcurren y que a su vez complementan los caracteres de los múltiples personajes de acuerdo a cómo actúan; debido a que, en su accionar reposa la posibilidad de alcanzar un estado de placidez o un estado de desaventura. Por ello, la tragedia está sujeta al proceso de error de los helenos: Ate, Hybris y Némesis. El aprendizaje del ser humano está arraigado las equivocaciones y en los momentos de insensatez, cuyas repercusiones muchas veces son crueles o dolorosas; de tal modo que la forma de actuar de cada individuo en conjunto con la toma de decisiones son dos elementos cruciales dentro de la construcción de la estructura de la tragedia. La Orestea es el resultado de las numerosas hybris que cometen los miembros descendientes de Tántalo hasta Orestes, la imprudencia que arrastran se va en contra de los dioses, de todo orden jurídico y moral.

Tántalo, hijo de Zeus, es el primer antepasado de los Atridas, éste comete un crimen terrible al sacrificar a su hijo Pélope y servirlo como parte del banquete para probar si las deidades se destacan por tener la facultad de la omnisciencia; igualmente roba comida del banquete de las divinidades para probar a sus amigos su asistencia a los festines celestiales. No obstante, las deidades descubren las intenciones de Tántalo los castigan y retornan a la vida a Pélope; asimismo hombre hybrístico traspasado por la maldición del cochero Mirtilo. De esta manera, Atreo y Tiestes (hijos de Pélope e Hipodamia) heredan y al mismo tiempo arrastran un funesto fin; la pareja de hermanos se enfrenta debido a que Tiestes comete adulterio con la esposa de Atreo, futuro rey de Argos electo por medio de una ordalía. El padre de Orestes mata a los hijos de su hermano y los sirve en una cena al igual que su abuelo, éste se percata al final y maldice a sus descendientes, los Atridas.

La maldición de los hermanos Agamenón y Menelao se prolonga, se supone que ambos debían castigar a los troyanos por mandato de Zeus, pero transgreden esa misma justicia y se sobrepasan, quebrantan los límites en el ámbito de la moral y de lo sacral. En Agamenón el Rey retorna a sus tierras y no sabe que lo espera una funesta trampa promovida por su esposa Clitemnestra junto con Egisto, ambos planean el asesinato para así apoderarse del trono y del poder de Argos. Sin embargo, conocemos que el Atrida ha cometido varias hybris antes de acudir a Troya, en la ciudad de Príamo y (la muerte de su hija Ifigenia al pedido de Ártemis, la actitud pedante que opta ante el sacerdote Crises, Apolo y Aquiles) también en su propia tierra en el momento de su llegada escucha los insensatos y soberbios consejos de su esposa pese a que conoce acerca del grave erros que iba a cometer; enseguida, pisa los tejidos púrpuras y engrandece su llegada. La matanza de Agamenón es su Némesis, mas ésta se transforma en la hybris de la reina y de su amante que serán cobradas por la justicia, a través de Orestes, personaje fundamental para que nuevamente la situación recobre su equilibrio y se alcance la justicia. Clitemnestra representa la maldad, la venganza, la ira, puesto que su hija ha sido arrebatada de su lado, La madre reparadora, se considera objeto de Némesis sin previa consulta a los dioses, obtiene la victoria en la primera parte de la trilogía; pero en a segunda Orestes pone fin a su vida pese a que ella se ha descubierto el pecho como símbolo de vida y de piedad que espera recibir por parte de su hijo.

La Némesis se impone frente las decisiones erradas de los personajes como en el caso de Cassandra que arriba como concubina de Agamenón para morir en manos de la reina de Argos lejos de su patria y sin los ritos funerarios (recordemos que Cassandra intenta burlas al dios de las flechas, Apolo). De la misma forma, Egisto es víctima del verídico heredero al trono en el momento en que decide ignorar los oráculos y designios de los dioses. Cada acto de la vida tiene una consecuencia que incide directamente en el devenir de los personajes. Todos estos acontecimientos relacionados con la forma de errar del hombre generan hechos dramáticos que apelan al consentimiento de los espectadores que son a su vez parte de una comunidad cívica, la polis. Esquilo utiliza los mitos para reflejar lo que le ocurren a los grandes héroes, en el caso de Agamenón que se sobrepasa y quebranta las normas impuestas por los dioses sugiere una pauta de lo que puede ocurrir con esos modelos admirados por una sociedad que corre los mismos riesgos en caso de querer excederse.

La confrontación dramática entre los personajes se convierte en un debate de ideas tanto religiosas como morales. Esquilo requiere dos actores en escena para desarrollar el diálogo lírico y en la última parte, en Las Euménides hay escenas triangulares que favorecen y enriquecen el contenido de la trama como los miembros del Aerópago que se mantienen en el plano silencioso que evidencia los sucesos y es partícipe a su vez; esto refuerzan la escena de la votación democrática. Aunque se mantenga el tradicional esquema de la intervención entre el coro y el actor o el corifeo y el actor el peso de la obra ya no reside en las distintas pugnas entre el actor y el coro, sino que ahora los diálogos entre los actores están dotados de una mayor carga emotiva porque en ellos ocurren las acciones decisivas; por ejemplo en el momento en que Orestes habla con su madre y ambos se enfrentan. En estas partes la acción es superior a las demás porque en ellas se dan lo momentos de tensión dramática que conmueven y asustan al receptor, “CLITEMNESTRA (Arrodillada a los pies de Orestes) ¡Hijo mío, detente! Ten respeto,/ criatura, a este pecho sobre el cual/ tantas veces chupaste, adormecido,/ la leche que te daba alimento” (Coe. 368-36). Por lo general se encuentran o se confrontan una figura masculina y una figura femenina son el sentido trágico que Esquilo genera, La preferencia por el orden masculino es evidente en Las euménides. En conjunto, también se puede observar con las deidades antiguas defienden un estado matriarcal de la sociedad en oposición a los dioses más jóvenes (Atenas y Apolo) que defienden a Orestes y el oráculo que proviene de su padre Zeus (figura patriarcal que defiende en autor, Esquilo), “¡Oh dioses jóvenes, las antiguas leyes habéis pisoteado y me las habéis  arrancado de las manos!” (Eu. 778-779). “Ahora habrá subversiones por las  nuevas leyes si triunfan el derecho y el daño de este matricida. Esta acción  concertará a todos los humanos a la licencia. ¡Muchos sufrimientos verdaderos aguardan a padres por las heridas causadas por hijos para los tiempos  venideros!” (Eu. 490-498).

El tejido es vasto, puesto que la diosa Ate logra burlar a toda una familia que padece una tragedia debido a su errada manera de actuar, cada miembro cae en la confusión y las consecuencias llegan a ser fatídicas. La relación entre el proceso de error y el mito es crucial para con los elementos de la tragedia[2]: el argumento que viene a ser el resultado del proceso de cómo se llega a la diké debido a todos los injusticias cometidas con anterioridad, este es el medio principal con el cual la tragedia conmueve al alma, por medio de la trama, las peripecias y los reconocimientos; los caracteres son representados por los personajes que se caracterizan tanto por lo que dice como por lo que hacen, por ejemplo la diferencia entre Clitmenestra y Cassandra; la elocuencia es otro elemento de la dicción que permite la expresión del pensamiento por medio de la palabra, el discurso de Atenea cuando crea el Aerópago; equivalentemente, la manera de pensar está enlazado con la acción, ya que los personajes se desenvuelven en un papel donde enuncian pensamientos generales e íntimos que develan y exponen al público como las Erinias manifiestan su ira en contra del deliberado del juzgado; finalmente, la composición musical que toma en cuenta varios elementos tales como los actores (siempre varones), el corifeo, los coreutas, los trajes, las máscaras, entre otros. Simultáneamente, varias tragedias son nombradas como ejemplo para comparar  y contrastar los efectos en el argumento complejo que desenvuelve La Orestea como el suceso de Escila.

La tragedia comprende una función psicológica que plasma temores, esperanzas, juicios, ideas y sentimientos inherentes al ser humano, muchas veces representadas en algunos personajes como en el coro que cambia de papel de acuerdo a la escena. Los espectadores pueden asentir o disentir, encontrar cierta similitud con sus vidas, como pueden asustarse de los hechos representados que Esquilo recrea  Las elecciones son determinante para la acción de los personajes en La Orestea que abarca todo un cuestionamiento sobre los mitos heroicos, se confrontan valores antiguos con un pensamiento jurídico actual y necesario en la Hélade. El receptor se involucra con la trama o el argumento complejo y traspasa toda una experiencia que lo conduce a lo largo de tres estadios emocionales: Eleos, Phobos y Katharsis. La primera instancia se define a través de la compasión que es la facultad de ponerse en el lugar del otro, mientras que en el siguiente ámbito se caracteriza por ocasionar el temor al público de los sucesos terribles que está evidenciando; la última área es el punto máximo de purificación, donde el espectador llega emocionalmente a un punto de llanto que conlleva a una posible reflexión sobre las terribles consecuencias como causa de una mala decisión. 

Las tres partes de dicha trilogía contienen el prólogo, los episodios, los éxodos, y los estásimos. Esta distribución subsiste en las acciones, que  muestra las peripecias (cambio de las acciones en sentido contrario), los reconocimientos (cambio de la ignorancia al conocimiento) y los padecimientos (acción destructora o dolorosa); elementos que ocasionan una reacción en el público. Por ejemplo, el reconocimiento se da en el encuentro entre Electra y Orestes, escena que devela el paso del infortunio que abruma al personaje femenino en la tumba de su padre hacia un momento de dicha cuando reconoce a su hermano, el futuro vengador de su padre o uno de los padecimientos más terribles es la muerte de Clitemnestra en manos de su propio hijo Orestes. Los efectos de la tragedia, el miedo y la compasión se intercalan en el plano de lo humano, donde la desesperanza y el sufrimiento atraviesa la condición humana de los individuos que están atados a la confusión, la Ate.


[1] Aristóteles. Poética. Madrid: Ed. Alianza Editorial S.A., 2007. PP. 47.

[2] Aristóteles. Poética. Madrid: Ed. Alianza Editorial S.A., 2007. PP. 49-51.

Published in: on diciembre 13, 2010 at 4:02 pm  Deja un comentario  

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